sábado, 1 de diciembre de 2018

He estado tratando de buscar una anécdota sobre Theodore Roosevelt y algún líder sindical. Después de una reunión donde dicho líder le solicitó tal y cual cosa para cambiar la situación de los obreros, Roosevelt accedió a todo. Sin embargo, al final de la reunión le hizo una petición: "Ahora, salga y exíjamelo en las calles."

No sé si tal historia sea inventada, pero tiene mucho sentido. Después de la guerra civil estadounidense, algunos empresarios como Andrew Carnegie, J.P. Morgan o John Rockefeller empezaron a acaparar la riqueza de esa nación, dejando en la pobreza a millones de estadounidenses. Cuando los obreros tomaron las fábricas para exigir un mejor pago, ejércitos privados de los monopolios acabaron con las huelgas a punta de escopeta.

La historia por demás apasionante de estos sujetos sería tema de otra publicación. El punto es que al llegar Roosevelt a la presidencia, empezó a desmantelar estos monopolios. Por eso la anécdota me suena a verdadera. Cuando el poder y la riqueza están concentradas en unas cuantas manos, a las masas sólo nos queda nuestra abrumadora mayoría para tomar las calles. Sin esa presión, ni el más bienintencionado gobernante tendrá oportunidad de cambiar el rumbo de un país, pues el poder político debilitado no tiene posibilidad ante las grandes fortunas.

¿Porqué es necesario joder al presidente? Yo creo que él es sincero, aunque a veces sinceramente está equivocado. El problema es esos personajes e intereses oscuros que desde hace años se vienen subiendo a este tren. Comenzó hace seis por la escoria llamada Manuel Bartlett, artífice del fraude de 1988 y ahora, vergüenzas nacionales como Napoleón Gómez Urrutia o Elba Esther Gordillo.

Se nos pide que ahora confiemos sin chistar en el nuevo gobierno. Yo digo que no. Si en este momento, el mismo pueblo que salió a votar de manera abrumadora por AMLO se duerme, esperando despertar en seis años con un país transformado, al final de esta presidencia lo único que veremos es que el monopolio de la corrupción pasó de manos, de una mafia neoliberal a una populista.

Si realmente se quiere una transformación, debemos seguir criticando, preguntando, jodiendo en pocas palabras. No dejar que una camarilla tome el control para perpetuarse en el poder. La manera de apoyar a AMLO, como lo pidió Roosevelt en su momento, es seguir incomodando al poder.