domingo, 7 de junio de 2015

El voto que no cambia algo.


Comencemos por la observación obvia que un voto no cambia algo. Por supuesto. Considerando el número de votantes, con todo y la abstención, si uno hoy sale a votar no conseguirá cambio alguno, no por lo menos en el sentido que ud. espera porque su voto es marginalmente nulo. No se necesita ser un pensador muy adelantado a la época para entender esto. El punto es que tampoco dejar de votar tiene efecto alguno, ni votar en blanco, ni votar por un partido ni en contra de otro. Entonces, ya que una golondrina no hace el verano, ¿votamos o no? Para mí, hoy, votar o no hacerlo es sobre todo una expresión de nuestra más personas convicción acerca del futuro que tenemos para nuestra sociedad. No de dónde estamos, si no hacia donde queremos caminar. Yo tampoco creo que ésta democracia sea algo deseable: Está coptada por partidos corruptos, desde el PRI que en sí mismo está diseñado para ser una maquinaría de la corrupción, pasando por el PAN y su programa social del medioevo, el PRD con su izquierdismo servil, los negocios familiares de los partidos pequeños hasta el refugio de los radicales en MORENA. Sí, es un asco y estamos parados en mierda. Pero miremos un poco hacía afuera, ¿qué deseamos? Los violentos, que desde siempre han reclamado la propiedad de la verdad, desean instalarse en el poder por la fuerza bruta en nombre del pueblo. No, sí ud. cree que me refiero
a lo que pasó en estos días en Oaxaca, esta ud. adelantándose. Me refiero a dictaduras como la china o la cubana, o democracias secuestradas por individuos cómo Chávez, Maduro o Putín, que llegaron por el voto pero se quedaron por la fuerza. ¿Realmente queremos vivir así?


Entonces, ¿qué, nos quedamos cómo estamos? Bueno, yo quiero redirigir mi mirada a lo que está pasando en Europa, a dónde a los intelectuales mexicanos les gusta viajar tanto en su imaginario. Fijémonos en lo que ha pasado recientemente en España o Grecia. Sin duda, españoles y griegos tendrían sus razones para estar enfurecidos con su gobierno, y las movilizaciones sociales
fueron importantes para despertar la conciencia de la sociedad. Podemos o no estar de acuerdo (el jueguito de palabra salió sin querer) con sus programas, pero cada uno de estos movimientos se transformo en una corriente de peso en sus respectivos países y están accediendo al poder a través de las urnas. Sus programas,por más radicales que parezca, están siendo considerados hoy para lograr cambios tangibles. Pero a diferencia de los radicales y violentes, siempre dueños de la razón que quieren imponer su visión del mundo a través de la violencia, lo tienen que hacer compitiendo por el voto, esa expresión muy intima de nuestras convicciones, que da el mismo peso a Carlos Slim que a su servidor por una única vez cada elección.

Sí, mi voto hoy no cambia un carajo, pero tampoco lo cambia quemar llantas, cerrar una sucursal de una trasnacional por par de días, o dejar a mi ciudad sin transporte ni trabajo por una semana. Sin embargo, cada una de estás acciones refleja, en nuestro interior, lo que queremos para nuestra sociedad, y la suma de cada una de esas voces insignificantes acabará por decidir si nos decantamos por la fuerza de la razón o las razones de la fuerza y la violencia.


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