lunes, 12 de diciembre de 2011

Palabras sazonadas con sal

Fui cristiano durante casi 25 años. Aunque es cierto que a diferencia de algunas otras religiones cristo céntricas, en el evangelismo uno debe hacer la elección de ser o no cristiano (aún desde temprana edad), también es cierto que uno aprende los valores y creencias desde niño e inevitablemente esto influye en las posteriores decisiones. Cuando era adolescente, empecé a formar mi visión de lo que sería la religión durante el resto de mi vida. No cabe duda que aprendí cosas excelentes y bellas, que me enseñaron la bondad que puede haber en el mundo. Sin embargo, poco a poco en mi corazón empezó a crecer una planta de cizaña, que acabó por robarme mucho de lo bueno. Si usted googlea algo acerca de un predicador o artista cristiano, podrá observar que habrá por lo menos dos o tres calumnias en la primera página. No me sorprendería si fueran ataques de algún grupo religioso adverso; lo sorprendente es que casi todos estos provienen de personas que también se denominan a si mismo cristianos evangélicos. Podría entrar en muchas polémicas (lo hice durante toda mi vida como cristiano), y entiendo el ánimo de mantener intactas las doctrinas recibidas por parte de los pastores y líderes (dejemos a un lado si estas contienen la verdad que todo cristiano afirma tener) ¿A donde esta llevando esto? Sin duda, no a la reflexión y en última instancia al arrepentimiento (piedra angular de la doctrina bíblica). Por el contrario, estos pleitos, muchas veces sazonados (para gusto de los incrédulos) con adjetivos calificativos, injurias y calumnias, solo llevan a una profunda división de la Iglesia evangélica. El convencer al otro de supuestos errores doctrinales es tarea difícil, pues requiere un amplio conocimiento no solamente de la propia doctrina, si no del contrario y además de una cantidad impresionante de recursos académicos, para sostener nuestras posiciones. Para mí, es algo delicioso, pues puede uno aprender de los errores propios, al intentar disipar las dudas ajenas, y fortalecer las convicciones. Lamentablemente, la mayoría de los creyentes cristianos no cuentan con la mínima preparación para defender de manera razonable su fe (para mi tristeza, pude observar que muchos estudiantes de institutos teológicos no habían leído siquiera, una vez en su vida, toda la Biblia). Esto es excusable, pues el cristianismo no trata en primera instancia de un conocimiento académico profundo, aunque es deseable. El problema radica en que entonces, se asumen posiciones radicales basadas en adoctrinamiento, que no es lo mismo que aprendizaje, y los argumentos se rebajan a la burla o la difamación. Triste es ver por ejemplo, vídeos en YouTube carentes de fuentes o citas, pero llenos de afirmaciones sobre tal o cual personaje cristiano, o en el mejor de los casos, frases sacadas de contexto: Que sí Gebel es ecuménico, Campos es satanista o Motessi renuncía a Cristo. No podría juzgar yo las intenciones de las personas que publican tales cosas (pues es probable que en muchos casos, lo hagan con la intención de mostrar un error que les parezca remarcable), pero sí podría hacer una observación sobre sus acciones: la mayoria de estas, al carecer del sustento intelectual y espiritual adecuado, solamente lleva a la decepción por parte de aquellos que se están afirmando en su fe. Entonces, el mayor daño esta en aquellos que se acercaron a la religión cristiana en busca de respuestas, y solamente se encuentran en mar turbulento de acusaciones (incluso válidas) en lugar de encontrar un refresco espiritual para sus vidas. Cuando asistía a la iglesia, me gustaba repetir la frase <<Es mejor estas separados por la verdad, que unidos por el error>>. La sigo creyendo profundamente válida, pero ahora entiendo aquel texto que dice <<Sea vuestra palabra siempre con gracia sazonada con sal para que sepáis como debéis responder a cada uno.>> Siempre habrá una manera sabia de expresar la verdad, y no es necesario caer en la injuria o en la calumnia. Que en el futuro, las palabras de cada uno, esten sazonadas con sal.

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